Segundo
rey de
la Corona de Aragón
Pedro II de Aragón, el Católico (Huesca,
Julio de 1178 - Muret (actual Francia), 13 de Septiembre de
1213), rey de Aragón, conde de Barcelona (1196-1213) y señor
de Montpellier (1204-1213). Hijo de Alfonso II el Casto de Aragón
y Sancha de Castilla y de Polonia.
Nació en el mes de Julio de 1178
en Huesca, ciudad en la que reinaba su padre Alfonso II quien,
ese mismo mes, otorgó al menos dos documentos. Recibió el bautismo
en la catedral de Huesca y su infancia transcurrió en la capital
altoaragonesa criado por su ama Sancha de Torres.
En líneas generales, el reinado de
Pedro II estuvo dedicado a la política en los territorios transpirenaicos,
con limitados resultados y finalmente fracasada, lo que, aparte de
la merma crónica de recursos financieros y el endeudamiento de la
corona durante su reinado, determinó una menor atención a la frontera
hispánica, logrando apenas alguna posición avanzada en territorio
andalusí, como Mora de Rubielos (1198), Manzanera (1202), Rubielos
de Mora (1203), Camarena (1205) y Serreilla, El Cuervo, Castielfabib
y Ademuz (1210), si bien jugó un papel político de apoyo a una acción
cristiana conjunta que frenara la fuerza del poder almohade en la
península, y participó activamente junto a Alfonso VIII de Castilla
y Sancho VII de Navarra en la campaña que culminó en la batalla de
Las Navas de Tolosa -1212-; un triunfo cristiano, decisivo según muchos,
y de gran resonancia ya en aquellos momentos.
Pedro II renovó la infeudación
o vasallaje de Aragón a San Pedro (al igual que ya hicieran
tiempo atrás Sancho Ramírez y Pedro I) con su coronación por
el papa Inocencio III en el monasterio de San Pancracio de Roma
en Noviembre de 1204, adquiriendo también el compromiso de la
concesión al Papado de una suma anual. Esta política de legitimación
papal le convirtió en el primer monarca del reino que fue coronado
y ungido. A partir de él y por concesión de la Santa Sede, en
bula dictada el 6 de Junio de 1205, los monarcas aragoneses
serán coronados en la Seo de Zaragoza de manos del arzobispo
de Tarragona, tras solicitar la corona al Papa (formalidad que
implicaba el permiso de Roma), haciéndose extensiva esta prerrogativa
a las reinas en 1206.
Casó en 1204 con María
de Montpellier; un matrimonio guiado por sus intereses en el
mediodía francés que le proporcionó la soberanía sobre la ciudad
de Montpellier. Su escasa vida marital estuvo a punto de crear
una situación de crisis sucesoria por falta de heredero. La
reina María dio finalmente un hijo, Jaime I, que garantizó la
continuidad de la dinastía aunque hubo un intento de divorcio,
que el Papa no concedió, para casarse con María de Montferrato,
heredera nominal del reino cruzado de Jerusalén, por entonces
inexistente ya en la práctica.
Pedro II no renunció a la política en Occitania y con él se dan, a la vez, la culminación y el fracaso de esa política en la Corona de Aragón que, heredada de la casa condal de Barcelona desde el siglo XI y las campañas con ayuda de magnates ultrapirenaicos de Alfonso I de Aragón, su padre Alfonso II había acrecentado en su doble condición de Conde de Barcelona y Rey de Aragón.
Ramón Berenguer I había iniciado,
en oposición a los condes de Tolosa, una política de penetración
en Occitania del condado de Barcelona, con la adquisición de
los territorios de los condados de Carcasona y Rasés (más tarde
perdidos a manos de los Trencavel),, que continuó en el siglo
XII con Ramón Berenguer III y IV consolidando su posición en
la zona como condes de Provenza y obteniendo, entre 1130 y 1162,
el vasallaje de numerosos señores en la zona.
|
A lo largo de los siglos XII y XIII, la influencia del catarismo,
una confesión cristiana con orígenes en Asia Menor y los Balcanes,
se había ido extendiendo en el occidente latino y consolidado con
fuerza en la llamada Occitania o territorios del actual mediodía francés,
donde se estructuró una Iglesia cátara con varios obispados y cuyo
epicentro era la zona de la ciudad de Albi, por lo que también se
le denomina movimiento albigense. La situación de coexistencia con
esta iglesia rival, tolerada por los poderes de la zona, amenazaba
allí la hegemonía de la Iglesia romana.
El acontecimiento que desató el conflicto fue el asesinato en Enero de 1208 de Pierre de Castelnau, enviado a Toulouse como legado papal para mediar en nombre de Roma, que indujo al Papa a excomulgar al conde de Tolouse y promulgar la cruzada contra los albigenses.
La guerra «relámpago» en 1209
se dirigió inicialmente contra los vizcondados de la dinastía
occitana Trencavel, donde se produjo la brutal toma de Béziers,
con una matanza generalizada sin distinción de credo. Esta fase
inicial de la cruzada acaba con el sitio y la subsiguiente toma
de la ciudad de Carcasona en el Verano de 1209, tras lo cual
le eran otorgadas al cruzado francés Simón de Montfort, por
el propio legado papal, las tierras sometidas de la familia
Trencavel.
Tras el fracaso de la reconciliación
entre occitanos y Simón de Montfort, Pedro II se declaró protector
de los señoríos occitanos amenazados y de Toulouse. Pese a que su
hijo permanecía bajo tutela en poder de Simón de Montfort y a la excomunión
de Inocencio III, había optado finalmente por apoyar la causa francesa;
reunió finalmente un ejército aragonés y catalán con el que pasó los
Pirineos y junto a los aliados occitanos puso cerco a la ciudad de
Muret, donde acudió Simón de Montfort. Partiendo de una situación
ventajosa en cuanto a fuerzas y avituallamientos, en la campaña, parece
ser, sus huestes actuaron con precipitación y desorganización, sin
esperar la llegada de todos los contingentes. Resultaría muerto al
ser aislado por los caballeros franceses en un combate en el que el
rey ocupaba una posición de peligro en la segunda escuadra, en lugar,
según era lo habitual, de situarse en la retaguardia. La muerte del
rey trajo el desorden y la desbandada entre las fuerzas tolosano-aragonesas
y la consiguiente derrota. Muret supuso el fracaso y abandono de las
pretensiones de la Corona de Aragón sobre los territorios ultrapirenaicos
y, según el autor Michel Roquebert, el final de la posible formación
de un poderoso reino aragonés-occitano que hubiera cambiado el curso
de la historia de España.

Excomulgado por el mismo Papa
que lo coronó, Pedro II de Aragón permaneció enterrado
en los Hospitalarios de Toulouse, hasta que en 1217 el Papa
Honorio III autorizó el traslado de sus restos al panteón real
de Santa María de Sigena en Huesca, donde fue enterrado fuera
del recinto sagrado.
§§§§§§§§§§----------------
|