Un
Parque Municipal
para una inexcusable visita
Fue creado hace casi 70 años, es
una de las joyas más preciadas que posee la ciudad. Ocupa además
el mismo lugar por el que se extendieron en el siglo XVII los célebres
jardines del Palacio de Lastanosa, cuyos elementos más destacados
eran nada menos que un gran laberinto vegetal y un estanque navegable
con un pequeño islote en su centro. Los jardines de Lastanosa estaban
cerrados con tapias pintadas con escenas mitológicas y de caza,
y en ellos había un gran número de estatuas y fuentes. Existían
también surtidores ocultos de agua, que se hacían funcionar por
sorpresa para mojar a los visitantes del jardín. Lastanosa había
reunido y cultivado muchísimas especies diferentes de plantas, traidas
de los más diversos lugares; el noble oscense se enorgullecía de
suministrarlas incluso a los jardineros del rey. Construyó además
varias grutas y cuevas artificiales para albergar en ellas un pequeño
zoológico de animales exóticos (un león, un tigre, un leopardo,
un oso, dos avestruces...)
El Parque actual está dedicado a
la memoria de Miguel Servet, el teólogo y pensador altoaragonés,
nacido en Villanueva de Sigena hacia 1511, que desarrolló
trabajos de astrología, geografia, teología y medicina, y
al que se atribuye el descubrimiento de la circulación pulmonar
de la sangre. Por sus publicaciones teológicas, críticas con el
Cristianismo de la época, fue perseguido tanto por la Inquisición
católica como por las iglesias protestantes. En Ginebra, feudo del
reformador Calvino, fue detenido, acusado de herejía y quemado vivo
en la hoguera en 1553.
En el Parque hay dos partes diferentes,
una antigua y otra más reciente. La primera fue creada a finales
de los años 20 (su construcción se inició en 1928) y la segunda
es una ampliación de los 60-70. El Parque cuenta con un gran número
de especies vegetales: son cerca de 80 los tipos de árboles y arbustos
diferentes que podemos encontrar en él. De los primeros, las especies
más abundantes son el pino carrasco y el plátano. Pero hay otras
muchas, desde especies comunes (chopos, álamos o cipreses) a verdaderos
fósiles vivientes, como el gingo. Originario de China y Japón, es
el único superviviente de un grupo de plantas que tuvo su mayor
difusión hace más de 200 millones de años.
Los árboles del Parque constituyen
el refugio de una variada y abundante población de aves, sin duda,
la fauna más característica del Miguel Servet. En invierno, son
abundantes los córvidos y el estornino pinto, que emigra desde el
norte de Europa para pasar en nuestra tierra la estación más fría.
En verano, los pájaros y las aves llenan el parque con sus cantos.
De día podremos oir al ruiseñor o al mirlo, y cuando cae el Sol
les sustituye el autillo, una rapaz nocturna de tamaño pequeño y
canto muy característico.
Podemos iniciar su visita desde su entrada
principal, recorriendo primero la parte antigua. Al entrar en él, encontraremos
enseguida un busto dedicado a Miguel Servet. A la izquierda está el
Parque-Bar, donde los oscenses se reúnen en verano para tomar un refresco
a la sombra de los árboles (plátanos en este caso). A nuestra derecha
se abre una larga "calle", que tiene en su final el Monumento a las
Pajaritas de Ramón Acín. Su creador, Ramón Acín, fue un artista oscense
de las vanguardias. En 1932 financió por ejemplo "Tierra sin
pan" (Las Hurdes), el famoso documental del también aragonés
Luis Buñuel, en el que participó como ayudante de dirección y comentarista.
Ramón Acin creó la escultura de Las Pajaritas como una alegoría de los
niños, pues ellos debían de ser los protagonistas de este espacio. Para
muchos oscenses Las Pajaritas están inseparablemente ligadas
a Huesca, tras más de 70 años engalanando el parque, y son hoy uno de
los emblemas más representativos de la ciudad. Ramón Acín (1888 - 1936)
Artista oscense de las vanguardias, cultivó la escultura, el dibujo
y la pintura, Diseñó el Paseo de las Pajaritas y la escultura de las
mismas y asesoró al equipo que proyectó el parque. Fué también un activo
militante anarquista, lo que le llevó primero al exilio y luego a morir
fusilado, junto con su mujer, en los primeros días de la Guerra Civil.
Al final de la calle de entrada al
Parque está el Quiosco de Música, en el que se celebran conciertos,
sobre todo durante las fiestas. La plaza donde se encuentra tiene
también en el plátano la especie de árbol dominante. Aquí arranca
la calle principal del Parque Miguel Servet, cuyos hitos más importantes
son el Monumento dedicado a los oscenses muertos en guerra y el
Estanque con gran número de plantas acuáticas.
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Alrededor de este estanque se plantó,
cuando se creó el Parque, un bosquecillo de pinos carrascos, que
ahora, 70 años después, son los árboles más altos del Miguel Servet,
alcanzando los 35 m. de altura. En esta parte se ha instalado una
zona de juegos para niños. Y aquí estuvo también, sobresaliendo
por encima de las copas de los árboles, uno de los autómatas colocados
para luchar contra la presencia masiva de estorninos. Desde el primer
tramo de la calle principal antes de llegar al Monumento se puede
acceder a la Rosaleda, uno de los conjuntos más destacados de todo
el Parque. Este precioso espacio lleno de rosales, que ha sido renovado
en los últimos años, da paso a su vez a un pequeño estanque, situado
junto a la curiosa Casita de Blancanieves, y a un nuevo área de
juegos para niños. Con lo visto hasta ahora habremos completado
prácticamente la visita de la parte antigua.
Para conocer la ampliación más reciente,
podemos partir del Monumento de la calle principal. La avenida que
arranca de él nos llevará hasta una gran fuente circular, que ya
podemos ver, y luego hasta el Monumento levantado en recuerdo de
los primeros reyes aragoneses. Otros conjuntos relevantes de la
parte moderna del Parque son el Estanque donde siempre ha habido
patos, aunque ahora vive allí además una pareja de cisnes negros,
y el Teatro Griego, cerca del Monumento a los reyes; en esta parte
se encuentra también la pequeña Fuente del Ibón, que mantiene vivo
entre los oscenses el recuerdo de dos de las fuentes que durante
siglos abastecieron de agua a la ciudad, la Fuente que se llamaba
precisamente del Ibón, y la del Angel. Ambas estaban situadas en
las cercanías, y desaparecieron hace no mucho.
Tras barajarse varias ubicaciones
para la creación de un parque municipal, se aprobó el proyecto y
su localización definitiva, donde hoy lo conocemos, un 16 de marzo
de 1928. Por aquel entonces el Ayuntamiento, con Vicente Campo como
alcalde, hubo de expropiar algo más de 3,76 ha. de huerta y jardín
para conseguir los terrenos para el parque. Casualmente, en esta
misma zona ya se habían podido contemplar, en siglo XVII, los famosos
Jardines de Lastanosa. Realizaron el diseño del parque los arquitectos
Antonio Uceda y Bruno Farina y el ingeniero agrónomo Santos Coarasa;
colaboraron con ellos el arquitecto José Luis de León y el
artista Ramón Acín, a quien debemos el espacio de Las Pajaritas.
Venido expresamente de Barcelona, el jardinero diplomado Domingo
Vidal dirigó el sembrado, el plantío y la arquitectura floral,
contando con la ayuda de los hortelanos jardineros Ángel Garcés,
Rafael Usón y Juan Guimerá, estando este último al frente del parque
hasta 1971. En 1930 se inauguró oficialmente el nuevo pulmón
verde de Huesca. En 1931 José Jarné propuso dedicar el parque a
Miguel Servet, decisión aprobada por el Ayuntamiento ese mismo año.
En la década de 1960, con Emilio
Miravé en la alcaldía y José Antonio Llanas como concejal de Parques
y Jardines, se procedió a la ampliación del parque. Se añadieron
varios espacios más hacia el suroeste, hasta la actual avenida de
Juan XXIII, ocupando terrenos de huertas. Asi, este vergel urbano
ejercía de nexo entre el ensanche de Huesca y el centro histórico.
Se crearon nuevos elementos como el estanque de cisnes y patos,
el mencionado teatro griego o la fuente luminosa y se incorporó
naturaleza preexistente, asi como la acequia de riego. Con la expansión,
la superficie del parque alcanzaba las 6,95 Has.
Al principio del siglo XXI, el Parque
de Miguel Servet ha quedado absorbido por el crecimiento urbano,
de modo que este recinto verde cumple no solo las funciones de área
de descanso y reposo, sino que se comporta también como una
calle más de la ciudad. Es corriente y común ver transitar por
él a peatones que lo cruzan en todos sus sentidos. Hoy, más
que nunca, es verdad aquella frase que comencé a oir en los
años 70, que describía a Huesca, como "un
parque rodeado de edificios".
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