En
el Casco Histórico
las santas Nunilo y Alodia
Esta pintoresca calle, también fue
llamada de las Vírgenes, por la otra advocación de la iglesia
que aquí hubo, dedicada a San Salvador, a las Santas Nunilo y Alodia
(vírgenes y mártires) y más tarde también a San Esteban Protomártir.
Aquí estuvo la mezquita que Pedro
I donó en 1097 al monasterio de San Salvador de Leyre, en Navarra,
donde habían sido trasladados los cuerpos de las santas. En el siglo
XII ya estaría edificada la iglesia románica, con su hospital anexo,
que sería restaurada con posterioridad. Cerca de ella estaba
el pozo de las santas, en donde según la tradición fueron arrojadas.
Aún hoy se conserva el pozo en lo que fue la panadería de Domingo
Marín; la parte superior de dicho pozo da a la calle, y se halla
cubierta por una hornacina en la que hay una inscripción que recuerda
el hecho. También, no lejos de allí estuvo en los siglos
medievales el macelo público o matadero.
En el número 1 de esta calle, estuvo
su redacción y administración del periódico La Provincia de Huesca,
publicación de índole política, de noticias e intereses
materiales, y que apareció el 15 de Mayo de 1878. En la esquina
con la calle de Castilla estuvo el taller de fontaneria Azor-Gracia,
sustituido más adelante por el conocido bar "El Peñista".
Esta calle comunica la plaza de San
Pedro con la confluencia de las calles de las Cortes, Aínsa y costanilla
de Luna. Pertenece a la parroquia y barrio de San Pedro El Viejo.
La tradición hace mártires a Nunilo
y Alodia en Huesca en el 846 (ó el 851). Eran naturales de
Adahuesca y fueron víctimas de varias persecuciones. Por un lado,
las persiguió el fundador de Barbastro (el cadí Jalai Ibn
Rasid, constructor de la fortaleza de Alquézar a su vez), quien
no obstante las dejaría libres después; y por otro, el cruel Zumel
(de Huesca) quien ordenó matarlas en el Tozal que hoy precisamente
se llama de las Mártires y que está en el extra-radio Este
de la Ciudad, en la margen izquierda del Isuela, allá por
el paseo de Lucas Mallada.
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Estas desdichadas jóvenes
vivieron en Barbués, hijas de un matrimonio mixto (padre moro y
madre cristiana). La ley musulmana decía que esos hijos debían
de seguir la religión del padre, y cuando casó su madre en segundas
nupcias con un moro, ellas aún no habían abdicado de su fé
cristiana, por lo que fueron entregadas al cadí, quien a su vez
las puso en manos de unas mujerzuelas, que fracasaron en su intento
de pervertirlas.
Serían encarceladas, y en
la prisión fueron vistos sus cuerpos con vivos resplandores, por
lo que durante su martirio sus torturadores tuvieron buen cuidado
de cubrir sus cuerpos. Las ejecutaron y sus restos se arrojaron
a un muladar, pero las alimañas ni siquiera se aproximaron; visto
lo cual los cuerpos se arrastrarían por las calles de Huesca y se
expondrían en el cerro de las Horcas, donde los buitres ni los tocaron,
sino que más bien fueron sus cuidadores.
Aun sepultadas, quedaban iluminadas
por esa luz, por lo que decidieron arrojarlas a un pozo que taparían
después y de donde las sacaron, más tarde, incorruptas. Las reliquias
fueron al Monasterio de Leyre y desde allí serían trasladadas
a Sangüesa en el año 1836.
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