Carretera y plaza
rodeada de edificios
Es villa y partido judicial de Huesca,
en la Comarca de la Hoya de Huesca, 63,3 Km2 de extensión, unos
1.100 habitantes (2.049 en 1950), 582 ms. de altura y a 28 Kms de
la capital. Su gentilicio es ayerbense. Podremos llegar por la antigua
carretera a Jaca, por el puerto de Santa Bárbara. Para el viajero
que va del llano a la montaña, deseoso de encontrarse con las bellezas
pirenaicas, Ayerbe es una carretera y una plaza, con notables edificios
a ambos lados -de piedra de sillería los más, de ladrillo los menos-,
unos jardines, el palacio del marquesado que lleva el nombre del
municipio y una torre civil -la del reloj- más alta que el marquesado.
En 1768 - según contaba Llanas Almudébar-
con el derribo forzoso de la iglesia de Nuestra Señora de la Cueva,
se plantea el problema de la colocación del reloj, que de siempre
estuvo en la torre de la iglesia. Buscándole nuevo alojamiento
se piensa en la fachada del palacio del marqués. La idea no parece
bien a éste, y los ayerbenses, heridos en su dignidad, deciden levantar
una torre para este único y exclusivo fin, con lo que edifican la
bella y original torre de la plaza Baja. Al hacerla procuran que
sea más alta que la del palacio, con la doble intención de mostrar
al marqués que además de no hacerles falta andar de prestado, un
pueblo unido "levanta" más que un marquesado.
Ayerbe surge como una aparición,
tras doblar la última curva de la carretera, a poco más de veintiocho
kilómetros de Huesca, la capital, y a noventa y nueve de Zaragoza.
El casco urbano se asienta sobre una planicie, un llano próximo
al río Vadiello. A la derecha, la serranía de Loarre (siete kilómetros
hasta el pueblo del mismo nombre y doce hasta el monasterio); a
la izquierda, la majestuosa mole del monte de San Miguel, coronado
por la ermita y el castillo, de extremo a extremo; al fondo, Murillo
de Gállego y los Mallos de Riglos como incrustados en el cielo azul,
junto a las nubes.
Resulta difícil precisar el origen
del municipio. Ubieto Arteta destaca el emplazamiento del castillo,
la fortaleza árabe más septentrional de España. ¿Nació la
población al arrimo del castillo, como sucedió con otros tantos
lugares?. Hay quien asegura que el primer nombre fue Alquerbe de
la Laguna. Al pie de la ladera del monte se extendía una inmensa
charca; al desecarla, empezaron a edificar allí mismo. Otros hablan
de origen vasco, porque vascuence es la toponimia actual. Lo cierto
es que Ayerbe se asentó sobre una calzada romana y fue plaza fuerte
durante muchos tiempos. Cerca de la villa residió Ebellino, cuya
mansión figura reseñada en el itinerario de Antonino. En 1276 fue
señor del territorio don Pedro, hijo de don Jaime de Aragón y doña
Teresa Gil de Vidaura.
Las calles arrancan todas de la carretera
que cruza por la plaza Baja y la plaza Alta, separadas ambas por
el palacio del Marqués de Ayerbe. Este título, con grandeza de España,
fue otorgado en 1750. Por lo demás, se pueden admirar numerosos
escudos nobiliarios sobre las fachadas de otros edificios notables,
aunque no lleguen ni con mucho a la magnificencia del palacio. No
hay que olvidar la aportación de los ayerbenses a la historia de
España, cuando supieron ganarse gallardamente el título de infanzones.
Ayerbe exige una detenida visita,
siquiera sea para enfrentamos con la historia todavía vigente en
nuestros días. Del castillo árabe más septentrional de España sólo
queda la base. Los muros que se contemplan en pie corresponden al
ábside de una iglesia construida en época de la reconquista. Corren
abundantes leyendas en torno al castillo. La del famoso becerro
de oro ha cobrado más consistencia que ninguna otra, hasta el punto
de que excavaron en repetídas ocasiones para hacerla realidad. Se
dice que los moros dejaron enterrado un toro de oro. Todavía sigue
sin aparecer. En cambio, descubrieron un sarcófago de los siglos
XlI y XIII. El hecho en sí justifica que proyecten llevar a cabo
nuevas excavaciones. Había un túnel que llegaba del castillo a la
fuente de los tres caños, cuentan. Bajo la "Peña del Sol"
construyeron una atalaya, con objeto de proteger la construcción
del castillo de Loarre, al tiempo que vigilaban los movimientos
del castillo moro.
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Muchos aseguran que Ayerbe creció
merced a los colonizadores franceses y que desde entonces se expansionó
la población. Ciertamente aún perduran bastantes apellidos
galos. Uno de sus alcaldes, sin ir más lejos, se llamó Gregorio
Morlans Orleans. Ayerbe estuvo en poder de los franceses hasta la
víspera del Pilar de 1811, en que fueron derrotados por Mina. Los
colonizadores realizaron una labor importante y Ayerbe conoció tiempos
de esplendor y llegó a superar los dos mil quinientos habitantes.
Durante varios siglos, tuvo dos parroquias:
la colegiata de San Pedro y la iglesia de Nuestra Señora de la Cueva.
Ambas acabaron en ruina, aunque de la primera todavía se conserva
la torre románica. La iglesia actual procede del ex convento de
Dominicos, y fue consagrada por el obispo Zarandía en 1856.
Imposible desligar el nombre de Ayerbe
de la memoria de Santiago Ramón y Cajal; el sabio nacido en Petilla
de Aragón pasó gran parte de su infancia haciendo travesuras por
tierras ayerbenses. Cuando iba a robar fruta a los huertos -señalaba
el doctor Torrero-, primero tiraba una piedra; si revoloteaban los
pájaros, asustados, entraba sin miedo, porque era seguro que no
iba a encontrar al amo, y en caso contrario renunciaba a su empresa.
En el edificio número 19 de la antigua calle Nueva, hoy dedicada
a don Rafael Gasset, hubo una lápida con la siguiente inscripción:
"En esta casa vivió el insigne sabio Santiago Ramón y Cajal.
Ayerbe, a su preclaro convecino en el centenario de su nacimiento.
17 de Mayo de 1952". Hoy se encuenta allí un Centro de Interpretación.
La antigua plaza Baja lleva ahora el nombre de nuestro famoso premio
Nobel. Ramón y Cajal siempre se consideró un ayerbense más. Para
comprobarlo basta con leer sus obras, especialmente la titulada
"Mi infancia y juventud".
Afortunadamente, se conservan aún
las mejores costumbres y tradiciones. La romería a la Virgen de
Casbas se repite tradicionalmente, el 1 de Junio, en cumplimiento
de un voto ofrecido por el pueblo el año 1640. Las fiestas patronales
tienen lugar del 8 al 12 de Septiembre, en honor de Santa Leticia.
La ermita de San Miguel, que preside la Loma, es lugar igualmente
de pública veneración. (más
información)
El folklore ofrece peculiaridades
interesantes. "Aragón, tierra bravía", del maestro
Rovira, y la "Jota de Ayerbe" son bailes que cautivan
por su belleza y llaman poderosamente la atención. La jota, con
música de Antonio Zaragoza tiene variaciones del llano y la montaña.
Se ha recopilado un pasado folklórico importante, con la incorporación
de muchos elementos del siglo XVI. El vestuario tradicional ofrece particularidades
curiosas. El de los hombres se compone de marinetas, calzón, camisa
a rayas blancas y azules, blusón, faja, calcetines negros y abarqueras;
la cabeza, cubierta con cachirulo y sombrero de Sástago. Las mujeres
visten sayón plisado largo, hasta los pies, con tirantes: blusa
blanca debajo, delantal, manguitos, mantón largo, media blanca y
abarqueras; el cabello, recogido con una pañoleta.
El grupo folklórico
de Ayerbe está formado por muchas personas, entre rondallistas,
cantadores y bailadores. Es el sabor del pasado resucitado hoy.
Ese sabor especial y único que todavía siguen conservando las famosas
tortas y el pan de Ayerbe.
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