Nobiliaria
e infanzona
centinela de Montearagón.
Lugar de la provincia de Huesca,
situado entre los rios Flumen y Botella. Tiene unos 500 habitantes
y su altitud es de 581 metros sobre el nivel del mar. Dista de
Huesca 10 kilómetros. Gentilicio: loporzanense.
A siete kilómetros de la ciudad
de Huesca, una vez coronado el Estrecho de Quinto (la toponimia
romana se halla plenamente justificada en este caso), el viajero
se encara con las ruinas gloriosas del castillo de Montearagón,
antiguo monasterio, que destaca su silueta sobre el cielo, entre
sugerentes contrastes de luz. Inevitable contemplación la de esta
fortaleza, tanto cuando se va como se vuelve de Barbastro.
A la
izquierda nace el desvío para Loporzano, distante 3,6 kilómetros
de la carretera general. La vía secundaria se parte en dos al
poco: un ramal se va para Vadiello y el otro para Bandaliés. Siguiendo
el primero se llega a Loporzano, cuyo caserío se hace visible
desde el mismo cruce, a la sombra del antiguo monasterio de Montearagón
y las suaves estribaciones montañosas que cierran el horizonte
en dirección a Huesca.
A ras del secano verdea la extensa
franja de huerta que desciende escalonada hasta las márgenes del
Flumen. Cerca se encuentra también el río Botella, aunque resulte
un tanto pretencioso denominarlo así, ya que no pasa de simple
arroyo. Al fondo, hacia el Norte, se levantan las cumbres correspondientes
a las sierras exteriores pirenaicas, entre ellas la de Guara,
que enlaza hacia el Oriente, poniendo fin al somontano. El río
Botella tomará la misma inclinación para ir a verter sus aguas
al Guatizalema. Esta zona oscense vive oculta tras el castillo
de Montearagón, escondiéndose a las miradas de los viajeros que
transitan por la carretera general; quizás por esta circunstancia
no es tan conocida como se merece, pese a la escasa distancia
que la separa de la capital. La etimología de Loporzano se corresponde
con "lugar de lobos", y no es extraño que lo fuera en tiempos,
dada la situación del lugar, emplazado al pie de las sierras;
sabido es que los lobos suelen descender al llano por razones
de subsistencia, más aún en el Invierno.
El caserío se extiende a la derecha
de la carretera que continúa hasta Vadiello, en plano inclinado
hacia la ribera. El trazado de las calles es bastante irregular,
sobre todo, en la parte baja del pueblo, donde las calles parecieron
menos cuidadas. Por contra, las mejores construcciones subieron
al encuentro de la carretera o en línea con la iglesia parroquial.
Cuando el firmamento esta limpio de nubes y luce el sol, Loporzano
queda envuelto en rotunda luminosidad. Las plazas son tan irregulares
como las calles. No faltan arboles sombreándolas, especialmente
por lo que respecta a la de la iglesia y el Ayuntamiento. Allí
se espesan los árboles en tupida fronda. La Casa Consistorial
es de una sola planta, de construcción moderna, en contraste
con el vecino edificio de la iglesia parroquial, que luce esbelta
torrecampanario, construida toda ella de piedra sillar. Sube cuadrada en tres cuerpos sucesivos -en el último
se alojan las campanas, con ventanales que rematan en
arco de medio punto-, y se alza un cuarto cuerpo octogonal y cúpula en forma de
pirámide, con escolta de cuatro
pilastras en la base.
La iglesia, que abunda en detalles góticos, al igual que
sucede en otras tantas del somontano oscense, data de finales del siglo XVI.
Ricardo del Arco dio noticia de su
construcción por el maestro Almanzor, hacia 1600; pero
debió ser con anterioridad a esta fecha, a juzgar por alguno de los documentos
existentes. Uno de ellos data de
1571 y se refiere a la concesión hecha por San Pío V,
papa, de 150 escudos de esta iglesia para los canónigos
oscenses.
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En el mismo año de 1571 se había
fundado, además, un beneficio para la invocación de San José,
San Joaquín y Santa Ana, el cual era disfrutado por el licenciado
don Ramón Burrial. Otro beneficio se acogía a la invocación
de los santos Fabián y Sebastián. Ambos tenían su censo en Capdesaso.
El lugar perteneció al monasterio
de Montearagón, que extendía sus dominios al resto de la comarca
y aún a zonas mucho más lejanas. No parece extraño, por tanto,
que Loporzano estuviera habitado por infanzones. Piedras armeras
sobre los grandes portalones de piedra, dan testimonio de este
pasado.
En la actualidad, la iglesia ocupa
el centro mismo del centro urbano, y las casas continúan agrupadas
en torno, de acuerdo con la primitiva distribución urbana, excepcion
hecha de la parte baja del pueblo. Despierta la curiosidad del
viajero una bella fuente, con interesante grupo escultórico, en
hierro fundido, que descansa sobre un pedestal, que aseguran fue
traída de París. Los vecinos saben que el detalle es digno de tener
en cuenta, porque la capital francesa fue desde muy antiguo cuna
del arte en Europa, y la fuente se gestó en una época floreciente
-posiblemente, a finales del siglo XIX o principios del XX-, para
ir a parar, a terminar sus días, en la villa oscense de Loporzano.
Está firmada por A. Durenne. El entorno armoniza perfectamente con el conjunto escultórico, que
resalta todavía más al tener como fondo una
pared blanca. Después, en la base, la piedra surge como
complemento necesario.
Loporzano, con unos 500 habitantes
-llegó a sumar cerca de 2.500-, tiene a su cargo nada menos que
catorce entidades de población: Aguas, La Almunia del Romeral,
Ayera. Bandaliés, Barluenga, Castilsabás, Coscullano, Chibluco,
Loscertales, San Julián de Banzo, Santa Eulalia la Mayor, Sasa
del Abadiado, Sipán y Vadiello.
La población de la zona fue
remitiendo alarmantemente. Ahora parece contenido el abandono,
aunque muchos pueblos -porque continuan siéndolo, a pesar de todo-
hayan perdido la esperanza de volver a ser tan siquiera sombra
de lo que fueron.
En 1599 murió la tercera parte de
los moradores de Loporzano, a resultas de una epidemia; el contagio
duró seis meses, medio año justo, y durante todo ese tiempo permanecieron
los vecinos incomunicados con la capital. Al remitir la peste,
los supervivientes acordaron celebrar una fiesta anual en honor
de los santos Fabián y Sebastián. Antes de que se desatara tan
terrible epidemia, las fiestas eran para la Ascensión, pero se
cambiaron al 20 de Enero.
Hay otros festejos a lo largo del año:
la romería a la ermita de Nuestra Señora del Viñedo, el primero
de Mayo, y la conmemoración del Pilar, el 12 de Octubre. Antiguamente,
para San Isidro, también se subía en romería a Montearagón.
Loporzano es la cuna de Antonio
Arteta, que fue arcediano de Zaragoza, hombre muy amante de la
letra impresa. En 1780 recibió un premio por sus estudios sobre
artes gráficas.
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