Huesca temática

Número 91. Diciembre de 2005 English language Menú pfrincipal


Loporzano

Nobiliaria e infanzona
centinela de Montearagón.

     Lugar de la provincia de Huesca, situado entre los rios Flumen y Botella. Tiene unos 500 habitantes y su altitud es de 581 metros sobre el nivel del mar. Dista de Huesca 10 kilómetros. Gentilicio: loporzanense.
      A siete kilómetros de la ciudad de Huesca, una vez coronado el Estrecho de Quinto (la toponimia romana se halla plenamente justificada en este caso), el viajero se encara con las ruinas gloriosas del castillo de Montearagón, antiguo monasterio, que destaca su silueta sobre el cielo, entre sugerentes contrastes de luz. Inevitable contemplación la de esta fortaleza, tanto cuando se va como se vuelve de Barbastro.
      A la izquierda nace el desvío para Loporzano, distante 3,6 kilómetros de la carretera general. La vía secundaria se parte en dos al poco: un ramal se va para Vadiello y el otro para Bandaliés. Siguiendo el primero se llega a Loporzano, cuyo caserío se hace visible desde el mismo cruce, a la sombra del antiguo monasterio de Montearagón y las suaves estribaciones montañosas que cierran el horizonte en dirección a Huesca.
     A ras del secano verdea la extensa franja de huerta que desciende escalonada hasta las márgenes del Flumen. Cerca se encuentra también el río Botella, aunque resulte un tanto pretencioso denominarlo así, ya que no pasa de simple arroyo. Al fondo, hacia el Norte, se levantan las cumbres correspondientes a las sierras exteriores pirenaicas, entre ellas la de Guara, que enlaza hacia el Oriente, poniendo fin al somontano. El río Botella tomará la misma inclinación para ir a verter sus aguas al Guatizalema. Esta zona oscense vive oculta tras el castillo de Montearagón, escondiéndose a las miradas de los viajeros que transitan por la carretera general; quizás por esta circunstancia no es tan conocida como se merece, pese a la escasa distancia que la separa de la capital. La etimología de Loporzano se corresponde con "lugar de lobos", y no es extraño que lo fuera en tiempos, dada la situación del lugar, emplazado al pie de las sierras; sabido es que los lobos suelen descender al llano por razones de subsistencia, más aún en el Invierno.
     El caserío se extiende a la derecha de la carretera que continúa hasta Vadiello, en plano inclinado hacia la ribera. El trazado de las calles es bastante irregular, sobre todo, en la parte baja del pueblo, donde las calles parecieron menos cuidadas. Por contra, las mejores construcciones subieron al encuentro de la carretera o en línea con la iglesia parroquial. Cuando el firmamento esta limpio de nubes y luce el sol, Loporzano queda envuelto en rotunda luminosidad. Las plazas son tan irregulares como las calles. No faltan arboles sombreándolas, especialmente por lo que respecta a la de la iglesia y el Ayuntamiento. Allí se espesan los árboles en tupida fronda. La Casa Consistorial es de una sola planta, de construcción moderna, en contraste con el vecino edificio de la iglesia parroquial, que luce esbelta torrecampanario, construida toda ella de piedra sillar. Sube cuadrada en tres cuerpos sucesivos -en el último se alojan las campanas, con ventanales que rematan en arco de medio punto-, y se alza un cuarto cuerpo octogonal y cúpula en forma de pirámide, con escolta de cuatro pilastras en la base.
      La iglesia, que abunda en detalles góticos, al igual que sucede en otras tantas del somontano oscense, data de finales del siglo XVI. Ricardo del Arco dio noticia de su construcción por el maestro Almanzor, hacia 1600; pero debió ser con anterioridad a esta fecha, a juzgar por alguno de los documentos existentes. Uno de ellos data de 1571 y se refiere a la concesión hecha por San Pío V, papa, de 150 escudos de esta iglesia para los canónigos oscenses.

     En el mismo año de 1571 se había fundado, además, un beneficio para la invocación de San José, San Joaquín y Santa Ana, el cual era disfrutado por el licenciado don Ramón Burrial. Otro beneficio se acogía a la invocación de los santos Fabián y Sebastián. Ambos tenían su censo en Capdesaso.
     El lugar perteneció al monasterio de Montearagón, que extendía sus dominios al resto de la comarca y aún a zonas mucho más lejanas. No parece extraño, por tanto, que Loporzano estuviera habitado por infanzones. Piedras armeras sobre los grandes portalones de piedra, dan testimonio de este pasado.
     En la actualidad, la iglesia ocupa el centro mismo del centro urbano, y las casas continúan agrupadas en torno, de acuerdo con la primitiva distribución urbana, excepcion hecha de la parte baja del pueblo. Despierta la curiosidad del viajero una bella fuente, con interesante grupo escultórico, en hierro fundido, que descansa sobre un pedestal, que aseguran fue traída de París. Los vecinos saben que el detalle es digno de tener en cuenta, porque la capital francesa fue desde muy antiguo cuna del arte en Europa, y la fuente se gestó en una época floreciente -posiblemente, a finales del siglo XIX o principios del XX-, para ir a parar, a terminar sus días, en la villa oscense de Loporzano. Está firmada por A. Durenne. El entorno armoniza perfectamente con el conjunto escultórico, que resalta todavía más al tener como fondo una pared blanca. Después, en la base, la piedra surge como complemento necesario.
      Loporzano, con unos 500 habitantes -llegó a sumar cerca de 2.500-, tiene a su cargo nada menos que catorce entidades de población: Aguas, La Almunia del Romeral, Ayera. Bandaliés, Barluenga, Castilsabás, Coscullano, Chibluco, Loscertales, San Julián de Banzo, Santa Eulalia la Mayor, Sasa del Abadiado, Sipán y Vadiello.
  La famosa fuente comprada en París
     La población de la zona fue remitiendo alarmantemente. Ahora parece contenido el abandono, aunque muchos pueblos -porque continuan siéndolo, a pesar de todo- hayan perdido la esperanza de volver a ser tan siquiera sombra de lo que fueron.
     En 1599 murió la tercera parte de los moradores de Loporzano, a resultas de una epidemia; el contagio duró seis meses, medio año justo, y durante todo ese tiempo permanecieron los vecinos incomunicados con la capital. Al remitir la peste, los supervivientes acordaron celebrar una fiesta anual en honor de los santos Fabián y Sebastián. Antes de que se desatara tan terrible epidemia, las fiestas eran para la Ascensión, pero se cambiaron al 20 de Enero.
     Hay otros festejos a lo largo del año: la romería a la ermita de Nuestra Señora del Viñedo, el primero de Mayo, y la conmemoración del Pilar, el 12 de Octubre. Antiguamente, para San Isidro, también se subía en romería a Montearagón.
      Loporzano es la cuna de Antonio Arteta, que fue arcediano de Zaragoza, hombre muy amante de la letra impresa. En 1780 recibió un premio por sus estudios sobre artes gráficas.

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