Un
bello pueblo,
vigilado por su castillo.
Villa de la provincia de Huesca, situada
al pie de la sierra de su nombre. Altitud: 773 metros sobre el nivel
del mar. Dista de Huesca 29 kilómetros. Gentilicio: loarrino.
También, lobarrino.
El pueblo queda abajo, en la hondonada,
al amor de la falda de la montaña, resguardado por la sierra de
Loarre, que le da nombre. La mancha ocre de la tierra se extiende
en la llanura, salpicada por el verde y el gris de los olivos.
Arriba, a poco más de cuatro kilómetros en cuesta, la fortaleza
románica más importante de España, que alguien asegura
aún de Europa. Tanto es así. que la popularidad del castillo de
Loarre hace que se olvide el pueblo del mismo nombre. El paisaje
es sobrecogedor. Los riscos se levantan hasta alturas abismales.
Así se comprende Ia razón de tantas leyendas.
Varios caminos para llegar a Loarre,
ya sea por Bolea donde admirar la soberbia colegiata, o por Ayerbe.
En cualquiera de los casos ha de seguirse por la carretera de
Huesca a la Peña. La que lleva a Puente la Reina en ruta hacia
Pamplona y a Jaca. El camino mejor es por Ayerbe, a veintisiete
kiómetros de Huesca; desde allí, siete kilómetros mas hasta
Loarre. En total, treinta y cuatro kiIómetros partiendo de Huesca
capital -veintinueve, por Bolea-, y ciento cuatro desde Zaragoza.
La excursión está justificada siempre.
Es interesante detenerse en el
pueblo, que llegó a contar con mas de mil quinientos habitantes
-con sus agregados de Los Corrales y Santa Engracia- y ofrece,
todavía hoy, su atracción histórica y artística.
Loarre no es sólo el castillo, aunque la importancia colosal de
esta fortaleza centre siempre la mayor atención. La torre gótica
del templo parroquial es una segura llamada al caminante. Arriba,
el románico, que mira siempre a ras de tierra, aunque en este
caso nació en las alturas: abajo, el gótico que pugna por elevarse.
Una cruz de término -posiblemente del siglo XVI- señala, junto
a la carretera, el limite del casco urbano. Las calles y plazas
se ofrecen cuidadas, limpias, llenas de sol. El recorrido por
el pueblo está lleno de sugerencias. Abundan los rincones
pintorescos, junto a edificios notables, donde el pasar de los
siglos ha dejado su pátina. La fuente pública que fue destruida
en 1552, es obra de cantería se debe al maestro Joaquin Aísa.
Veintiún años después, en 1573,
Loarre tuvo su Casa Consistorial, un bello edificio de estilo
aragonés, a base de piedra y ladrillo, con su correspondiente
galería de arcos rematada por el clásico alero. La vida del pueblo
adquirió su máxima preponderancia a partir del siglo XVI, cuando
el clero parroquial, que hasta entonces habia permanecido en el
castillo, se instaló en la población. La iglesia buscó al pueblo.
Los que llegan a Loarre suelen ignorar la presencia del núcleo
urbano, donde sigue la historia viva. El término municipal
ha dado para vivir: produce cereales. vino, aceite, almendras...
Un humilde arroyuelo siembra de verde la poca huerta del lugar.
La población ha descendido en los últimos años; pero Loarre sigue
animado, al pie de un ayer que intenta salvarse del olvido. El
castillo roquero se confunde con el azul del cielo. A veces se
esconde entre las nubes. .... y desde que mejoraron los accesos,
el número de visitantes ha aumentado sensiblemente.
Allí se anclaron los siglos XI y
XII, entre rocas gigantescas, en el acantilado fantasmagórico
de un mar seco, donde solo medran la aliaga, el romero y el tomillo,
junto al verde-amarillo del boj. La muralla, casi reconstruida
en su totalidad, pone cerco a la fortaleza, a lo largo de ciento
setenta y dos metros. Nueve lienzos de silleria, de casi metro
y medio de espesor, son rematados por otros tantos torreones de
planta circular, de tres y cuatro metros de diámetro. Se encuentran
separados unos de otros en distancia de treinta y de once metros.
Las almenas, con troneras y adarve corrido, han vuelto a su sitio,
tras acertadas restauraciones.
El gran mirador de la "Sala de la
Reina" llama poderosamente la atención desde el exterior. El ábside
del templo, sobre la roca, cautiva al viajero. Luego, la torre
de los "Reyes", la torre vigía ... Todo sobre la roca firme, como
si tratara de vencer a la naturaleza. "Es el monumento de Aragón
-afirmó Ricardo del Arco- que mejor refleja el carácter rudo y
fuerte de esta tierra." El acceso principal es de gran belleza;
una puerta de arco semicircular, flanqueada por dos torreones,
dos cubos robustos, de indudable belleza.
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La fachada noble del castillo se
levanta casi enfrente. Hay que cruzar el espacio abierto y luego
ganar altura, peldaño a peldaño, hasta la puerta de entrada a
las dependencias palaciegas. Desde el umbral, en un sillar de
la jamba a mano derecha, se lee esta inscripción: IN DEI NNE:
HIC REQVIESCIT FAMVLVS DEI TULGAS: QVI OBIT: PRI DIE: KAS: DECEBRIS
IN ERA MCXXXIII: ET QVI LEGERIT ISTAS LITERAS ORET: PATER... Solo
se puede descifrar: "En el nombre de Dios. Aqui decansa el siervo
de Dios, Tulgas, que murió el dia 30 de Noviembre de 1095. Quien
leyere estas letras ore al Padre ..." Existen otras varias inscripciones
que ayudan a reconstruir el pasado. Es un ayer vivo en cada piedra.
Una escalera regia, impresionante,
de veintisiete peldaños, arranca desde el umbral. A una altura
media se abren dos puertas, a derecha e izquierda. Son, respectivamente
la cripta y el cuerpo de guardia.-En esta cripta -aseguran los
vecinos de Loarre- recibió culto San Demetrio, el santo patrono
de la villa oscense. Mide este interesante recinto 6,80 metros
de fondo por 7,70 de ancho y 5,62 de altura. Todo está en silencio.
Arriba, el templo, una extraordinaria iglesia románica del sigIo
XI. En la jamba de la puerta de entrada, un epitafio de 1095,
para que no haya dudas, aunque luego figura la fecha de 1105 sobre
la portada.
Ocho peldaños nos separan de la
escalera principal. Hay que volver al rellano para seguir el recorrido
por el castillo, cuyas plantas y dependencias causan siempre el
asombro del visitante. En tomo a la torre del homenaje se desarrolló
la vida militar de la fortaleza. El segundo piso de galerias forma
un conjunto de singular belleza. La torre y la capilla de la reina
cautivan por su severa sencillez. La sierra por un lado; por el
otro, el abismo que enlaza con la llanura oscense. Es como si
uno volviera al pasado. Allí resuenan todavía las palabras
de Sancho Ramírez. Alli siguen haciéndose fuertes los partidarios
del conde de Urgel, que no acataron el fallo de Caspe ...
La importancia histórica del recinto
y las características del mismo son del dominio público. Loarre
es de los lugares aragoneses más visitados. Se suceden las excursiones.
El monumento románico más importante de España ha merecido, esta
vez, las máximas atenciones. La visita a Loarre, castillo y pueblo,
es obligada. Uno vive el ayer glorioso, que acucia nuestro despertar
de hoy. Cuentan, por lo demás, que el conjunto de aldea-castillo
se atribuye a Calagurris Fibularia, y que debajo de los muros
medievales se han encontrado otros, romanos.
En las inmediaciones de Puipullín aparecieron, hace
algunos años, abundantes restos de la época imperial.
Sancho III inició la línea defensiva del prepirineo. Luego
surgió la iglesia dedicada al Salvador y el monasterio
de San Pedro, que pasó a ser patrimonio del de Montearagón.
La villa actual figuró como aldea
del castillo, con el hombre de San Esteban de la Huerta. El topónimo
ha perdurado, al poner la iglesia parroquial bajo esa misma advocación.
El edificio fue levantado en la segunda mitad del siglo XVII,
en tanto que la torre es del XVI, de sillería, con tres cuerpos
y chapitel octogonal, luciendo ornamentación gótica.
Alejada de la población se alza la ermita de Santa Agueda,
construida en el siglo XII, de estiIo románico; conserva
en su interior restos de pintura mural del siglo XV. En lo
alto de la sierra hay otra ermita dedicada a Santa Marina.
Y una tercera, dedicada a San Juan, en el camino de Loarre a
Bentué de Rasal.
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