Huesca temática

Número 57. Febrero de 2003. English language Menú pfrincipal


San Juan de la Peña

Cenobio
símbolo del reino de Aragón


      El monasterio de San Juan de la Peña, en la provincia de Huesca, tiene para Aragón un significado semejante al de Covadonga en Asturias. Desde el Pirineo soplaron también vientos de reconquista. Una sorprendente cueva, en medio de un espectacular paisaje, casi inaccesible, sirvió para dar un nuevo giro a la historia.
      Sus orígenes cabalgan entre la tradición y la leyenda. La versión más divulgada dice que la fundación del monasterio se debe a un hecho fortuito, cuando un zaragozano, llamado Voto, se hallaba de cacería y se libró de una muerte segura al precipitarse su caballo desde lo alto de una rompiente rocosa; el caballero salvó su vida milagrosamente gracias a la intercesión de San Juan, a quien había invocado en tan delicado momento. Se afirma después que, en la cueva existente bajo la inmensa roca, encontró una pequeña iglesia dedicada a San Juan Bautista y el cadáver de un ermitaño llamado Juan de Atarés. Su impresión fue tal, que Voto, a su regreso de la cacería, convenció a su hermano Félix para que se instalara con él en aquella gruta, haciendo ambos vida de eremitas. Una vez adoptada esta decisión, comprobaron con gozo que otras muchas personas seguían su ejemplo.
      Una segunda tradición sostiene que varios centenares de cristianos levantaron una fortaleza con intención de resistir la invasión musulmana del siglo VllI; pero no existe documentación que confirme este hecho, ni de que la mencionada fortaleza fuera destruida -como también se dice- por las tropas del emir de Córdoba.
      Los primeros datos documentales del monasterio de San Juan de la Peña datan del siglo X. En esta época se asentó en el paradisíaco lugar una pequeña comunidad de monjes. Aún es posible contemplar parte de sus antiguas dependencias en la iglesia mozárabe y la sala contigua. Los citados monjes huyeron en el año 999, al sufrir el ataque del caudillo musulmán Muhammad ibn Amir al-Mansur, al que las crónicas de la época denominan Almanzor, y fue en 1025 cuando Sancho el Mayor de Navarra fundó un nuevo centro sobre el primitivo, lo que representa el nacimiento oficial del propio monasterio de San Juan de la Peña, que perviviría como tal hasta 1835.
      Desde el primer momento recibió la especial atención de Sancho el Mayor y, tiempo después, de los primeros reyes aragoneses, que convirtieron el monasterio en uno de los más destacados centros religiosos del reino. Es de señalar asimismo que San Juan de la Peña fue escenario para el planteamiento y desarrollo de la política europeizadora, en el aspecto religioso, de los primeros monarcas aragoneses. El 21 de abril de 1028 se introdujo la regla de San Benito, por la que había de regirse la vida monástica, y 43 años más tarde, el 22 de marzo de 1071, en este monasterio se utilizaba por primera vez en España el rito romano para la liturgia en sustitución del hispano-visigótico o mozárabe que regía hasta entonces en las iglesias.


      Por la misma época se adoptó la reforma cluniacense, llamada así por provenir de la abadía francesa de Cluny, donde cobró cuerpo una reacción frente a la riqueza acumulada por las casas benedictinas, al tiempo que se producía una pérdida y relajación en el cumplimiento de las reglas.       Restaurados los antiguos ideales de pobreza, castidad y obediencia, humildad y penitencia, los centros que se pusieron bajo la disciplina cluniacense quedaron exentos de toda jurisdicción civil y episcopal para pasar a depender directamente de la Santa Sede. San Juan de la Peña, a cuyo frente se puso el abad Aquilino, tuvo un papel destacado en toda la reforma eclesiástica del reino, y cabe señalar que en el mismo año de 1071 el papa Alejandro II tomó bajo su especial protección este monasterio y confirmó sus posesiones y privilegios, y similares documentos de amparo otorgaron sucesivos papas.

 Impresionante alojamiento del Monasterio

      Panteón de reyes, por decisión de Ramiro I, Sancho Ramírez y Pedro I, que cumplieron la promesa de pasar en este monasterio todos los años la Cuaresma y lo eligieron como sepultura de ellos mismos y sus familiares. San Juan de la Peña es, consecuentemente, la cuna del reino de Aragón, y como tal recibió innumerables privilegios reales.
      Sólo las conquistas efectuadas por Alfonso I desplazaron el centro del poder político hacia el valle del Ebro. Luego, la sucesión de Ramiro II por Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, supuso el advenimiento de una nueva dinastía que ya no se sintió tan estrechamente ligada a este monasterio de las montañas del Alto Aragón.      En realidad, hay dos monasterios: el bajo y el alto. Ni qué decir tiene que es en el bajo en donde se encuentra incólume el testimonio de los siglos X, XI y XII. En 1889, precisamente el monasterio bajo (el primitivo) es declarado Monumento Nacional. Desde entonces, se han realizado sucesivas obras de consolidación y restauración, tendentes a mantener en pie tan extraordinaria herencia del pasado, que irradia todavía su luz inextinguible como cuna del reino de Aragón..

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* Monasterios de España. Editorial Salvat.



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